lunes, 26 de mayo de 2014

Rodando por Francia 12ª Etapa

27 de julio de 2011
Capestang -  Agde  55,05 km.


17:53 En el tren desde Agde a  Portbou con transbordo en Perpiñán. Después allí ya veremos, digo yo que algún tren habrá a Barcelona.

Ayer tarde y por la noche cuando cenaba en la placita de Capestang, todo hacía pensar que hoy sería un  radiante día de sol. Y no, nada más parecido a la realidad. Ya por la noche volvió a llover intensamente. Hasta las ocho y media no he podido levantar el campamento, desayuné en la  misma placita y el miso café en el que cené anoche. Café con leche dos bollos rellenos con algo de chocolate. Algunos rayitos de sol que se escapan de entre las nubes me alegran un poquito la mañana.

Como me ha llamado mucho la pasión que sienten los franceses por las flores y las plantas en general, antes de salir de Capestang le he hecho una foto  a una floristería, que viene siendo algo así como el comercio que no puede faltar en ninguna villa francesa que se precie.

En Beziers, un festival de barcos y de gente, vaya, casi todos los que estos días pasados  no he visto, están todos aquí.

Como decía, el día volvió a estar rematadamente pasado por agua, menos mal que desde El Port de Beziers hasta la cercanía de Agde, o bueno quizá no tan cerca, la pista está excelentemente asfaltada, pero después, hasta casi el inicio de la ciudad, la pista estaba embarrada, enarenada y vaya intransitable y seguía lloviendo. No me explico como los de la empresa  Le Boat (a la que pertenecen la mayoría de barcos de alquiler que navegan por el Canal, tenga su base principal en un sitio tan feo como este.

Llego al final del viaje, las grandes piedras del malecón del puerto resbalan mogollón, arrecia el viento y la lluvia, foto rápida, unos segundos de video y marcha atrás a comer una fuente de sepia a la plancha, ensalada y una cerveza de palmo. El chiringuito está encima  mismo del agua junto a la pared del puerto.

Llueve de forma exagerada, desisto de buscar camping  ni alojamiento alguno, estoy harto de lluvia y me voy raudo a la Gare d'Agde, lo que sea le digo a la señorita que venda billetes y que no entiende ni papa de español me muestra la pantalla, ese, le digo y ahora estoy escribiendo estas notas en el tren ese que me llevará a Perpiñán, donde tengo que cambiar de tren y buscar uno que me llevará a Portbou. Por cierto, veo el mar por la ventanilla izquierda del tren  por la de la derecha entra un sol de que te cagas. ¡Qué paradojas!

En Perpiñán  cambio de tren en unos minutos a PortBou, la policía  nacional pide el DNI o pasaporte en la misma puerta de la estación. Siete minutos después sale el Media Distancia de Renfe que me llevará en un par de horas hasta Barcelona y a la una de la madrugada sale el bus para Valencia desde la estación Barcelona-Nord.

Llego sobre las cinco quince a la estación de Valencia, monto la bicicleta, no tengo prisa ya por llegar a casa para no molestar el sueño de la familia con mi llegada. Ruedo con tranquilidad paralelo al viejo cauce del Turia, convertido actualmente en frondoso espacio de deporte y paseo.

El tiempo ya es muy diferente, temperatura y humedad que me son ya muy familiares. Es de noche todavía. Cruzo Mislata y Quart de Poblet exactamente igual de desiertas aunque el día ya va clareando. Sé que  nada más entrar en  Manises, hay un bar que abre muy temprano, decido hacer allí algo más de tiempo y tomarme el primer cortado con leche natural, aunque me consta que en este bar, los cortados no son una exquisitez.

Me siento en la terraza para tomarme el cortado y fumar la última pipa del viaje, con la paz y la serenidad  necesarias; pero no es posible a pesar de que en el cielo no hay nubes y parece que el sol va a ser espléndido. Un pesado que no me conoce de nada se empeña en darme la tabarra con tonterías y cosas de las que apenas le entiendo nada y eso que aparentemente habla español, lo único que me quedó claro es que el tipo se llamaba Quintanilla y que hizo la mili con muchos de Manises.

Suenan las siete de la mañana en  el campanario de San  Juan  Bautista mientras meto la llave en la cerradura, oigo el despertador de mi mujer, genial justo a tiempo,

El resto, dormir bastantes horas y la ingrata labor de deshacer alforjas, lavar y orear la tienda de campaña y de la bici… ¡ay la pobre Nana!, qué sucia está y especialmente falta de reglaje y engrase. En la soledad de la madrugada valenciana, chirriaba como quejándose, no sé si de ganas de ir a la penúltima habitación del pasillo a mano izquierda a contarle  nuestras cosas a la Chica o justo lo contrario, volver atrás y seguir viaje... Yo... Yo, al menos hoy quiero llegar, mañana ya veremos, porque este sueño… este sueño ya se ha cumplido.
Las fotos de la Jornada

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